La fama es atrevida. Es atrevida porque permite y da la falsa sensación de sabiduría. Permite que aquello que creamos fervientemente a pesar de que sea equivocado, perjudicial e incluso dañino, nos de la falsa ilusión de razón.
La fama es atrevida ya que, a pesar de que la fama que se tiene sea por ser popular en temas que no competen a nuestra causa de fama, creemos que podemos hablar, hacer y decir sobre cualquier cosa.
Y no es que no tengamos derecho a opinar, no, para nada. Pero cuando nuestra opinión popular se contrapone con realidades sociales, realidades de salud o realidades incluso físicas, nuestra opinión no es más que un grito desesperado con ignorancia disfrazado con libertad de expresión.
Y no es que no tengamos derecho a opinar, pero, como figura de y con fama, creo yo que nuestra obligación es velar por aquellos que nos hicieron famosos, nuestra obligación es cuidar aquello que nos da fama, nuestra obligación es ser famoso no a expensas de hacer daño a nadie.
Y es que, mira que ser famoso y hablar de liberta exigiendo que no se nos cuide de una manera que atente con nuestra salud física o nuestro libre vivir y cuyo resultado vaya a ser más que muerte, aislamiento y daño al mundo es como contradictorio.
Por que en plena pandemia de un virus del que se ha cobrado muchas vidas, exigir libertad por no usar cubrebocas se vuelve una burla que raya en lo surrealista debido a que sabemos que como consecuencia traira daño al derecho universal de la salud de las demás personas.
La fama es atrevida porque puede quitar vidas bajo la mentira de que estamos luchando por la libertad de nuestra propia ignorancia y todo porque creemos que la fama nos permite hacer y decir lo que sea sin pensar en las consecuencias.
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